Dr. Manuel Iván León Madrid
Departamento de Ingeniería Física,
División de Ciencias e Ingenierías
Campus León, Universidad de Guanajuato
Cuando se nos habla de radiación, suelen venir a nuestra mente ideas negativas. Hemos escuchado frases como “la radiación causa cáncer”, o recordamos experiencias comunes como “quemarse la piel en la playa”, o incluso tragedias históricas como Chernóbil, o el accidente en México con leche radioactiva y varillas contaminadas.
Si bien un mal uso de la radiación puede provocar afectaciones directas a la salud, es importante comprender qué es realmente la radiación y cómo puede utilizarse con fines benéficos. Esta misma herramienta hace posible que tengamos telecomunicaciones, alimentos calientes y seguros en nuestras mesas, iluminación en las calles, energía eléctrica en nuestros hogares, y que incluso a pesar de su relación con el cáncer sea una aliada imprescindible en el diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades.
Desde un enfoque formal, la radiación se define como “la emisión o transmisión de energía en forma de ondas o partículas a través del espacio o de un medio material”. En palabras sencillas, la radiación es energía. Esta energía interactúa con los átomos (los componentes fundamentales de toda la materia), estimulando a los electrones. Para los fines de este escrito, nos centraremos únicamente en la radiación en forma de ondas electromagnéticas.
Dependiendo del tipo de radiación que excite a los electrones, estos pueden adquirir suficiente energía para vencer la fuerza de atracción del núcleo y escapar del átomo. A la radiación capaz de provocar este efecto se le conoce como radiación ionizante. En cambio, si solo excita al electrón sin liberarlo, hablamos de radiación no ionizante.
La radiación no ionizante, dependiendo de su energía, puede producir un aumento de temperatura en la materia. Este es el principio físico que permite el funcionamiento de los hornos de microondas: estos dispositivos convierten energía eléctrica en ondas electromagnéticas (radiación) que hacen vibrar las moléculas de los alimentos, generando calor.
Por otro lado, la radiación ionizante, al modificar la estructura de los átomos arrancando electrones, puede causar daños en diversas estructuras celulares: ruptura de la cadena de ADN, generación de radicales libres y alteración de canales iónicos, lo que puede inducir la apoptosis (muerte celular programada). Esta propiedad es precisamente la base de su uso como agente esterilizante y en el tratamiento del cáncer.
La radiación puede eliminar bacterias que descomponen los alimentos, inactivar huevecillos y larvas de plagas como mosquitos o moscas que se ocultan en los productos. En el caso del cáncer, el tratamiento mediante radiación se conoce como radioterapia. Esto es posible gracias a que las células cancerosas son más sensibles a la radiación ionizante, y a los sistemas de control que permiten dirigir el haz de radiación a regiones muy específicas, maximizando el daño al tejido tumoral y minimizando el impacto en tejido sano.
Además, la radiación ionizante tiene la capacidad de atravesar la materia, y su comportamiento depende de la densidad y composición del material. La propiedad de los materiales para disminuir la intensidad de la radiación se llama atenuación. Materiales densos como el concreto, el plomo o el hueso atenúan eficazmente la radiación, mientras que estructuras menos densas como los órganos blandos permiten su paso con mayor facilidad. Esta diferencia de densidades permite obtener imágenes del interior de los cuerpos u objetos, lo que es útil en el diagnóstico médico, la inspección de estructuras en ingeniería o en el mantenimiento de aviones.
A pesar de su mala fama, la radiación es una herramienta extremadamente poderosa cuando se emplea con ética, conocimiento, precaución y responsabilidad. Desde la medicina hasta la industria y la ciencia, ha generado enormes beneficios para la humanidad. Sin embargo, su naturaleza potencialmente dañina exige una comprensión profunda de sus efectos.
El uso adecuado de la radiación no implica evitarla, sino aprender a controlarla y aplicarla correctamente. Solo así podemos asegurar que esta forma de energía siga siendo una aliada del conocimiento, la salud y el bienestar, y no una fuente de daño evitable.
Fecha de publicación: 17 de octubre 2025.

