maria luisa lazo de la vega

 

 

 

 

 

 

Dra. María Luisa Lazo de la Vega Monroy,
Departamento de Ciencias Médicas,
División de Ciencias de la Salud,
Campus León,
Madre de dos

La participación de las mujeres en la ciencia ha tenido avances importantes en las últimas décadas. En la actualidad, el derecho de las mujeres de acceder a la educación en áreas STEMM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas y Medicina por sus siglas en inglés) y su alta capacidad para las mismas ya no es objeto de debate (o no debería serlo). De acuerdo con datos de EUA, a partir de los 90s, la brecha en la desigualdad de género en carreras STEMM se ha ido cerrando, encontrándose igual proporción de hombres y mujeres en las licenciaturas y buena parte de los doctorados de áreas científicas. En México la cantidad de mujeres cursando un posgrado nacional con beca CONACyT durante 2021 fue del 47.9% señal de que esta brecha se cierra también en nuestro país.

La disparidad se hace patente cuando se pasa a la etapa laboral, particularmente para las científicas dedicadas a la academia. En nuestro país sólo 38.2% de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) somos mujeres. Sin embargo, nuestra representación disminuye conforme avanza el nivel de SNI, un indicativo de que menos mujeres alcanzan un alto reconocimiento a la calidad científica. En la Academia Mexicana de Ciencias, hay 751 mujeres, mientras que 2935 de sus miembros son hombres. En otras palabras, formamos mujeres científicas en licenciaturas y posgrados cuyo talento no está siendo aprovechado. El “techo de cristal” de las mujeres en la ciencia, esas barreras invisibles que impiden la progresión de sus carreras académicas, aún está presente.

El crecimiento y promoción en una carrera STEMM en la academia depende en gran medida de la producción científica y el reconocimiento por pares. Y, aunque mujeres y hombres pueden tener igualdad de oportunidades para obtener un contrato laboral, una vez dentro de una institución, las científicas someten menos proyectos a convocatorias para obtener fondos de investigación, liderean sólo un tercio de las publicaciones como autor principal, y sus publicaciones reciben menos citas que aquellas lidereadas por sus pares masculinos. Además, es menos probable que se invite a las mujeres como ponentes en coloquios o congresos científicos prestigiosos (a no ser que éstos estén organizados en su mayoría por científicas), y reciben menos premios y reconocimientos científicos de alto nivel que los hombres.

Pero otra brecha está presente para aquellas científicas que además somos madres. El periodo de maternidad coincide la mayoría de las veces con el inicio de carrera científica, ya sea durante la etapa doctoral-postdoctoral, o al inicio de la etapa laboral. Casi la mitad de las mujeres con puestos de tiempo completo en STEMM dejan su empleo después del nacimiento o adopción de su primer hijo, y cerca de un tercio dejan el área científica por completo. Científicas o no, la mayor cantidad de tiempo requerido para el cuidado de los hijos lo aportan las mujeres. Y esta “penalización por maternidad” se traduce en menor productividad en comparación con los padres (80% menos), y con las mujeres sin hijos (17-43% dependiendo del área). A pesar de casi igualar en número a los padres científicos, para cuando su primer hijo cumpla 9 años, las madres científicas tendrán 10 publicaciones menos que ellos, una diferencia que representa hasta 5 años de trabajo de desventaja. Esto sin contar que la pandemia de COVID-19 ha requerido mayor tiempo y esfuerzo en las labores de crianza por parte de las investigadoras.

Y, sin embargo, un gran número de científicas, dentro y fuera de la academia, hemos logrado conciliar nuestra carrera con la maternidad. Ser madres nos vuelve mucho más eficientes y organizadas, siendo capaces de llevar a cabo diversos proyectos, familiares y científicos, de manera simultánea. Como madres e investigadoras, tenemos también la responsabilidad y el privilegio no sólo de educar a nuestras hijas e hijos en la ciencia y en la igualdad de género, sino también de acompañar y motivar a nuestras alumnas a perseguir sus ideales, y a aprovechar al máximo su potencial como mujeres y como científicas.

Mi campo de estudio se enfoca en estudiar cómo el ambiente durante el embarazo y los primeros años de vida impactan en la salud y la enfermedad de la etapa adulta. Para mí, además de un proyecto de vida, la maternidad es una parte fundamental de mi área de investigación. Tener una formación científica me ha vuelto mejor como madre, al usar el razonamiento crítico y la evidencia científica a favor de una mejor crianza. Y a la vez, ser madre me ha acercado a la realidad que estoy estudiando, y a identificar y abordar preguntas de investigación relevantes para la salud de otras madres, sus hijos, y las futuras generaciones. La importancia de tener mujeres haciendo ciencia es justamente la diversidad que sus ideas y su visión pueden aportar, es que podemos hacer más ciencia para mujeres. De hecho, la investigación con enfoque de género, particularmente en áreas como las Ciencias Biomédicas, está sesgada hacia estudios en el género masculino, dejando fuera patologías y condiciones que se dan predominante o exclusivamente en mujeres.

Mucho puede hacerse para derrumbar las barreras culturales y estructurales que aún existen, y así evitar perder a más mujeres científicas en el camino. Dentro de estas acciones están establecer políticas de horarios flexibles y facilidades de teletrabajo, extensiones de becas y financiamientos por maternidad, e instalaciones que favorezcan las necesidades de las madres, como lactarios o espacios para el cuidado de los hijos. Cambiar la perspectiva con la que los pares perciben, evalúan, y en ocasiones hasta juzgan, a las científicas que son madres, junto con la corresponsabilidad en la crianza de los hijos por parte de la pareja y la formación de redes de apoyo, favorecen el cierre de esta brecha. Tener igualdad en números es un gran logro para las mujeres en la ciencia, pero la verdadera victoria estará en alcanzar la equidad en oportunidades.

 

Fecha de publicación: 31 de enero de 2022.

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